Un aspecto fundamental para un correcto funcionamiento del organismo y evitar la aparición de enfermedades es el equilibrio del ácido base. Es importante saber que cada uno de los fluidos corporales o secreciones del organismo tienen un grado óptimo de acidez o alcalinidad, que se miden a través de la escala del pH, siglas que equivalen a la concentración de iones de hidrógeno en un fluido. En esta escala, numerada del 1 al 14, los valores por debajo de 7 corresponden a una solución ácida, los valores por encima de 7 indican alcalinidad y el valor 7 corresponde a un valor neutro. Por ejemplo, en condiciones de salud óptimas, la sangre humana tiene un pH de entre 7,35 y 7,45.
Mantener el correcto equilibrio del ácido base
Para que exista un correcto equilibrio, el propio organismo dispone de un sistema de amortiguadores, que tienen la función de regular estos valores. Diariamente y de forma natural, el organismo produce ácidos y bases y funciones metabólicas, como la respiración o digestión de los alimentos, también producen acidificación. Igualmente, dependiendo del estilo de vida, el organismo de cada persona producirá diferentes valores de acidificación. Por ello, es importante saber que el proceso de acidificación comienza a partir de valores por debajo de 7 y se produce a partir de 6,5 el límite desde el que pueden comenzar a presentarse molestias o enfermedades. Entre los síntomas que aparecen como consecuencia de esta acidificación del organismo, se encuentran molestias como los dolores frecuentes de cabeza, el ardor de estómago, el cansancio generalizado, los problemas dermatológicos, una mayor propensión a las alergias, una menor defensa frente a las enfermedades infecciosas e, incluso, a nivel psicológico, la persona puede sufrir irritabilidad o tendencia a la depresión. Si esta acidificación del organismo se mantiene a lo largo del tiempo, pueden aparecer enfermedades más graves, que producirían un deterioro generalizado de la salud e, incluso, situaciones críticas.
Uno de los aspectos fundamentales para mantener este equilibrio del ácido base en el organismo es, sin duda, seguir unos hábitos saludables, por lo que hay que evitar el consumo de sustancias acidificantes, como el alcohol y tabaco, que pueden tener consecuencias devastadoras. Para regular el pH del organismo, se debe además, practicar ejercicio físico regularmente y respirar un aire puro y alejado de la contaminación (acidificante), por lo que es aconsejable el contacto con la naturaleza. Además, una correcta alimentación es de vital importancia. Por ello, se ha de evitar una dieta excesivamente acidificante, con alimentos como la carne, el azúcar (uno de los mayores acidificantes del organismo), las harinas, el café, los lácteos (como el queso) y frutos secos (como las nueces o avellanas); y se deben consumir alimentos alcalinizantes, como frutas (limón) y verduras (especialmente, de hojas verdes).