¿Qué son las emociones tóxicas? Sencillamente, aquellas que no podemos digerir y acaban haciéndonos daño. ¿Cuáles son? Las que denominamos negativamente: miedo, rechazo, celos, culpa, insatisfacción, dependencia (esta, en concreto, hoy en día, es muy usual denominarla como apego)... Todos las tenemos. Puedes superarlas, así que ¡sigue leyendo!
Represión
Desde pequeños, se nos reprime para no enfadarnos o no llorar. No aprendemos a no estar tristes o no enfadarnos, sino a no mostrarlo. Comienza un círculo vicioso de emociones mal gestionadas y canalizadas, ya que no las aceptamos ni comunicamos y pueden enquistarse y generar patrones nocivos o tóxicos que nos acompañarán de por vida, si no ponemos remedio. Al no reconocer una emoción y “comérnosla”, como los sistemas más tradicionales nos han enseñado, no la aceptamos ni la procesamos y, por tanto, no podemos dejarla marchar.
En el caso de niños pequeños, es mucho más sano y efectivo no reprimir ni afear las emociones, sino dirigir las correcciones, sugerencias e, incluso, reprimendas (en las que nunca perdamos las maneras) a formas inadecuadas de expresar esas emociones.
Aceptación y confrontación
Es básico, pero, a veces, difícil, aceptar las emociones. Es fundamental reconocer si algo nos asusta, nos enfada o nos crea inseguridad, por ejemplo. ¿No te gusta lo que sientes? Tranquilo, no te juzgues duramente. Es un punto de partida para analizar la emoción. Trabajar para que las cosas no nos afecten sobremanera, verlas de distinta forma y conseguir poner en perspectiva nuestras emociones y reacciones. También es lícito tratar de evitar ciertas situaciones, mientras no caigamos en la cobardía. Una cosa es evitar, por ejemplo, ambientes de fumadores, debido a que no soportamos el tabaco (siempre que aprendamos a expresarnos con calma, claridad y educación, cuando no tengamos otra que compartir espacio con personas que fuman). Dentro de los ejemplos, otra muy distinta es atrasar eternamente una confrontación con un jefe o compañero de trabajo que nos está molestando. Esto, más que evitar, significa esconderse en un miedo tóxico, enquistarlo más y no resolver la situación ni la emoción. ¡No caigas en ello! Generarías otras emociones tóxicas, como la ansiedad o inseguridad. Todas estas emociones tóxicas, si se les permite reproducirse en un círculo vicioso, pueden ser somatizadas por nuestro cuerpo de formas muy distintas, como tensiones, contracturas, problemas digestivos, migrañas, etc.
Conclusión
Una vida sana comienza por una buena salud mental. Para ello, saber reconocer las propias emociones, gestionarlas y canalizarlas para que desaparezcan son habilidades que evitarán que nos intoxiquen. Nos ayudarán las terapias psicológicas adecuadas (siempre hay que consultar con un profesional titulado), así como las herramientas de autoconocimiento, como el yoga, la meditación, el mindfulness o la atención plena... Hay mucha bibliografía especializada y te recomendamos “Emociones tóxicas”, de Bernardo Stamateas.
Buscamos que las emociones sean canalizadas correctamente y desaparezcan. Estarán a nuestro servicio. Nunca al revés.
Comentarios
No se que que causa las fobias, creo que parte del problema es que rechazo todos mis pensamientos negativos y trato de sacarlos a toda costa de mi mente, pero sólo empeoro el problema. No se como aceptarlos