A pesar de que a las mujeres siempre se las ha considerado el sexo débil, la creencia popular dice que las mujeres resisten mejor el dolor (tanto físico como emocional), aunque ellos sean más fuertes físicamente. ¿Mito o realidad?

Y es que la tolerancia al dolor es subjetiva y depende de muchos más factores (no sólo del sexo), entre ellos genéticos, educativos (cómo se nos enseña a sobrellevarlos) y la mentalidad que una persona tiene a la hora de afrontarlo.

 

Cuestión de hormonas, genética y personalidad

Pero sí tiene gran parte de verdad. Y uno de los factores quizá más relevantes al que apuntan los expertos para resolver esta cuestión es a las hormonas, ya que las mujeres tienen que sufrir cada mes los dolores asociados a la menstruación (que en muchos casos es crónico), además de dolores pélvicos (en relación a los problemas de partos y embarazos).

Pero hay más: el hecho de que una persona tolere más o menos dolor que otra también puede deberse a la genética y a la personalidad de cada uno. De este modo, hay personas que por genética no tienen su sistema del dolor correctamente desarrollado. Este tipo de individuos, cuando no perciben dolor, pueden llegar a morir de forma precoz por no poder defenderse correctamente de las agresiones que sufre nuestro organismo.

También por genética, otras personas tienen una respuesta exagerada a los estímulos dolorosos, desarrollando incluso episodios de dolor crónico tras una lesión que no suelen producirse de manera habitual en el resto de las personas. Otros, en cambio, se preocupan tanto que llegan a presentar problemas de ansiedad o hipervigilancia hasta el punto de no ser capaces de controlar las respuestas de su cuerpo ante el dolor o situaciones estresantes.

 

La mente: clave para la tolerancia al dolor

Los especialistas señalan que la capacidad que tenemos para aguantar el dolor (tanto físico como emocional) depende de nuestra capacidad mental para no dejarnos desbordar ante cualquier circunstancia. En ello influyen la cantidad de información que tengamos, además del ambiente y las expectativas en las que nos encontremos.

Por ejemplo: si nos duele la cabeza por una resaca o por cansancio, nos tomamos un paracetamol o una aspirina, sin prestarle más atención. Sin embargo, si ese mismo dolor de cabeza nos entra tras una operación, lo más seguro es que nos angustiemos y acudamos a urgencias pensando que es una complicación de la intervención.

 

¿La tolerancia al dolor es hereditaria?

Por lo general, no. Los especialistas explican que el control y el manejo del dolor es otra conducta como otra cualquiera que puede aprenderse, a pesar de que en ciertas ocasiones puede haber algún determinante ocasionado por la genética.

Sobre cuándo acudir a un médico por dolores agudos, éstos mismos insisten en que usemos siempre el sentido común y la lógica y acudir cuando el dolor se presente con características que no haya tenido antes o cuando tarde más tiempo de lo habitual en curar.  

 

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