A (casi) todo el mundo le gusta el verano. Temperaturas agradables, más horas de sol y luz (que aumentan la serotonina y afectan positivamente a nuestro estado de ánimo), días de relax en la playa o piscina… Pero los días de excesivo calor (causados por olas de calor impropias de la época y debidas, en gran parte o en su totalidad al calentamiento global) pueden hacer de esta estación unos días horribles y difíciles de llevar.
Los doctores apuntan a que el cerebro funciona bien hasta los 35 o 40 grados. Es por encima de estas temperaturas cuando comienza a funcionar peor. Ello se traduce en un aumento de nuestra irritabilidad y agresividad. También de la apatía y del mal humor, de la impulsividad y del cansancio. Además, las personas que sufren de algún trastorno de ansiedad notan cómo se agudizan y disparan los cuadros nerviosos de su enfermedad debido al calor extremo.
¿Por qué ocurre esto?
Normalmente el cuerpo está acostumbrado a mantener una temperatura entre los 36 y 37 grados. Cuando el organismo experimenta cambios de temperatura bruscos (fiebre o enfriamiento), necesita hacer grandes esfuerzos para regularla, lo que se traduce en ese aumento de la sensación de cansancio.
Los expertos apuntan, además, que los seres humanos son muy sensibles a los cambios del clima e inciden en que a altas temperaturas las neuronas no funcionan ni trabajan adecuadamente, propiciando conductas extremas.
Así, es bastante habitual que en primavera y otoño nuestra sensibilidad se agudice más (especialmente en la estación de las flores). En las consultas se traduce en pacientes con síntomas depresivos y melancolías pasajeras. En verano, como ya hemos comentado, aumenta la irritabilidad, la ansiedad y los trastornos del sueño.
Descansar bien por las noches es clave
Para que el organismo pueda descansar adecuadamente y, por tanto, lograr dormir (tarea muy difícil en verano), precisa que en la habitación haya una temperatura de unos 21 grados (aprox.). Si ésta es mayor, el metabolismo aumenta intentando adaptarse a la temperatura, lo que nos conduce a una hiperexcitación cerebral (una multitud de pensamientos que nos impide conciliar el sueño).
Y es precisamente ese escaso descanso en las noches estivales el que provoca la irritabilidad y el nerviosismo durante el día. En vacaciones no importa mucho si no se descansa durante la noche (ya están la playa, la piscina y la siesta para relajarnos), pero todo cambia si hay que trabajar…
El viento cálido, seco y terroso también afecta
El viento del sur, cálido, seco y terroso tampoco ayuda. Los iones positivos que contienen, paradójicamente, afectan muy negativamente al organismo, especialmente en cuadros de excitación nerviosa, depresiones, irritabilidad y agresividad. Hay personas que se adaptan y lo superan en varios días. Para otras, sin embargo, la situación se mantiene a lo largo del verano.
Para combatir el calor se recomienda hidratarse continuamente, usar ropa ligera y fresca, hacer comidas sanas y ligeras, descansar todo lo posible, no salir a la calle ni hacer ejercicio en las horas de más calor, no exponernos al sol en las horas de más radiación y, si estamos de vacaciones, relajarnos y no pensar en problemas ni nada que nos estrese.